La apuesta al cambio pide definiciones que no dejen descuidada la transición

Hernán de Goñi hdegoni@cronista.com

2023-11-20T08:00:00.0000000Z

2023-11-20T08:00:00.0000000Z

El Cronista

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Opinión

El respaldo político que consiguió Javier Milei ayer transfiguró la escena política de la Argentina de una manera pocas veces vista. Porque los once puntos de ventaja que el libertario le sacó a Sergio Massa muestran que el factor movilizador del triunfo fue, de manera excluyente, dejar atrás a quienes construyeron un modelo de gestión que generó un nivel histórico de insatisfacción. La campaña de Sergio Massa, que buscó mostrarse como el protector de los beneficios que aporta el Estado a millones de argentinos, le alcanzó para tener ventaja en la primera vuelta. Pero nada más. El desánimo por los crónicos padecimientos de la Argentina fue más allá. Una nueva generación de votantes, que no se siente amparada por el sector público pero tampoco tiene compromiso con las viejas identidades políticas del peronismo y el kirchnerismo, decidió ir más allá y gestar una convulsión democrática. En una elección transparente, en la que los riesgos de fraude quedaron minimizados por la contundencia del resultado, la sociedad decidió darle otra chance a un modelo “clásico”: consagrar a la libertad económica como herramienta del cambio. El intervencionismo permanente, la fórmula que defendió Massa, quedó enterrada en las urnas. Milei ahora tiene que conseguir que el respaldo conseguido con los votos se transforme en respaldo real para gestar las reformas prometidas. En su primer discurso, dijo que no hay tiempo para ser tibio y prometió respuestas drásticas. Pero le pidió al Gobierno hacerse responsable hasta el 10 de diciembre. El aviso de Massa de que se tomará licencia del Palacio de Hacienda (un gesto que resulta difícil de disociar del poco respaldo que sintió el candidato de los jefes territoriales de su partido en la pulseada final) le devuelve protagonismo a Alberto Fernández en la transición. El interrogante inmediato es quién será el encargado de cuidar la economía en los próximos 20 días. El futuro presidente tiene que construir de inmediato un gobierno que habilite la participación de sus aliados del PRO (que esperan tener protagonismo en el diseño económico) porque debe definir una hoja de ruta desafiante. Enfrentar la inflación y la continuidad de los acuerdos de precios, atacar la escasez de reservas, analizar qué hacer con el FMI, explicitar si la dolarización será parte del plan o no, plantearse el futuro de la relación con China y Brasil (hoy soportes estratégicos del gobierno de Fernández y Massa), blanquear que se viene un recorte inmediato del Estado con la reducción de una docena de ministerios, son apenas una aproximación a lo que se viene. Enfrente lo esperan una gestión que se va, así como gobernadores, legisladores e intendentes con los que deberá recorrer este camino desde diciembre. Pero también lo espera una sociedad que firmó un cheque generoso y que quiere saber, finalmente, de qué se trata.

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